José Eduardo Bordería Ribes
Graduado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte en 2019
Miles de refugiados se han diseminado a lo largo y ancho de la geografía europea procedentes de Ucrania tras la invasión de su país por parte de Rusia. Con el único sostén de la ayuda que cada Estado de acogida esté dispuesto a ofrecer, llegan a tierras que, en la gran mayoría de casos, conocen solo por los medios de comunicación y cuyas lenguas no comprenden. En tal situación de vulnerabilidad, cuando ni siquiera está en las propias manos conseguir un vaso de agua o un trozo de pan que llevarse a la boca, el ser humano se encuentra a expensas del amparo de sus semejantes.
En ese escenario se hallaban Natasha y sus hijos, Nikita y Lizza, cuando llegaron a casa de José E. Bordería y de su madre, Susana, en Benicarló. Pepe -como prefiere que le llamen- es un Alumni de la Universidad Católica de Valencia (UCV) de 24 años, graduado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte en 2019, que en estos momentos se encuentra estudiando las oposiciones a bombero. Lo suyo parece que va de salvar vidas.
“El gran peso recae sobre mi madre, que es la que hace el esfuerzo económico de alimentar tres bocas más, y cocinar, entre otras cosas”, matiza Pepe nada más comenzar la entrevista. Pero la labor que él realiza no es menos importante, estando inmerso en el intenso estudio y la preparación física que demandan las pruebas que dan acceso a la profesión que ha elegido.
“Lo que yo hago sobre todo es dedicar momentos de mi tiempo libre para ellos. Vivimos enfrente del mar, así que cuando hay olas me los llevo a surfear, sobre todo a los niños; también hemos hecho paddle surf. Hemos ido a la montaña, les he enseñado a escalar… Hoy, por ejemplo, cuando salgan del colegio, me los voy a llevar a unas cuestas de aquí cerca con una bici especial para hacer derrapes. La verdad es que es una satisfacción poder ayudarles y compartir cosas con ellos porque son muy agradecidos. El día a día de mi familia ahora resulta bastante distinto. Diría que es mejor”, relata Pepe.
Los cambios que supone una experiencia de acogida como ésta no se circunscriben sólo a las actividades diarias, también tienen su eco en la vida interior. En ese sentido, Pepe cuenta que siempre ha sido el “hermano pequeño de la familia” (tiene un hermano mayor que ya no vive en casa) y el tiempo que está pasando con Nikita y Lizza le ha enseñado a descubrir “qué es tener hermanos pequeños”, de alguna manera: “Es algo nuevo para mí. Nunca había pasado tanto tiempo con chavalines más pequeños que yo. Estoy muy contento con los niños, aprendo mucho de ellos; y creo que a ellos les pasa lo mismo”.
Aunque esa experiencia sea una novedad, la de ayudar a otras personas necesitadas no lo es para Pepe que ha trabajado de manera gratuita en el comedor social de Benicarló y ha realizado un voluntariado en Nepal. También su madre, que imparte catequesis para niños en una parroquia del pueblo, es experta en estas lides, pues ayuda en varias ONG.
Tampoco es una novedad en la familia de Pepe tener gente en casa de otros países, lo han hecho a través de intercambios escolares. Una de las actividades más habituales cuando se convive con personas de otros lugares es precisamente, el intercambio culinario: “La comida española les gusta. Eso sí, están acostumbrados a comer menos, pero mi madre hace bastante cantidad y les aprieta para que coman más (ríe). A mí me ha gustado el borsch, una sopa típica ucraniana que lleva distintas carnes”.
Por supuesto, las circunstancias de la acogida de esta familia ucraniana son completamente distintas a las que acostumbraban en la familia de Pepe y las historias que les cuentan también lo son: “Nikolai, marido de Natasha y padre de Nikita y Lizza, sigue en Ucrania. Hablan dos veces al día con él y, por suerte, es ayudante en Cruz Roja y no se encuentra en primera línea de guerra. Aun así, la familia está preocupada y, en ocasiones, nos enseñan fotos y vídeos de lo que está sucediendo en su ciudad, Járkov, en ese mismo instante. Hay muchas cosas que no se ven en las noticias”.
A pesar de que les han contado algunas de las experiencias por las que han pasado, Pepe explica que Natasha y los niños “intentan evitar sacar el tema”, a no ser que él o su madre les pregunten: “Me ha impresionado mucho su actitud. Han tenido que salir de su país y el padre está allí, en medio de una guerra; creo que yo en sus condiciones lo llevaría mucho peor. Ves que saben lo que hay, aceptan la situación y no quieren de ninguna manera dar pena. Seguro que sufren mucho por dentro, pero no lo muestran”.
Tras cinco semanas juntos, Natasha ha encontrado un trabajo y los niños ya están escolarizados, por lo que el momento de despedirse puede estar aproximándose. Pepe, no obstante, asegura que seguirán con él y su madre “hasta que lo necesiten y puedan independizarse”.