Investigadores de la UCV descifran el “lenguaje” de los tiburones
Los tiburones del Mediterráneo pueden ser empleados como bioindicadores de metales pesados y otros contaminantes
El doctorando de Ciencias del Mar, Alejandro Molera y el estudiante de máster Samuel Acevedo, han aprendido a entender qué nos dicen los tiburones. Y es que, estudiándolos de cerca, estos elasmobranquios nos aportan informaciones muy valiosas sobre el estado de la salud de nuestros mares.
Los estudios se centran en el tiburón pintarroja, conocido localmente como “peix gat” es una especie de tiburón de pequeño tamaño que habita en todas las aguas europeas, cuya versatilidad le hace una especie imprescindible para monitorizar la calidad de las aguas en las que habita.
Las hembras de pintarroja mantienen un comportamiento filopátrico, permaneciendo toda su vida en el mismo área, por lo que son “recolectoras” de datos de interés de la zona. Como poseen una elevada capacidad de detoxificación, funcionan bien como bioindicadores, proporcionando información sobre el contenido en metales pesados tanto en las aguas que habitan, como en los crustáceos, moluscos y cefalódos de los que se alimentan. Pero no sólo eso. Los investigadores de IMEDMAR-UCV junto a sus tutores José Tena y Ana Hernández, han empleado la espectometría de absorción atómica, un método instrumental de química analítica que permite medir las concentraciones específicas de un elemento en una mezcla y determinar una gran variedad de elementos, para evaluar los metales pesados en su interior. Gracias a esta técnica, se está trabajando en poder establecer una correlación entre los niveles de contaminantes presentes en estos tiburones y los que presenta algunos pescados comerciales como la merluza. Por tanto, estos estudios podrán determinan que se puede emplear al “peix gat” como especie centinela para informar sobre la calidad del pescado antes de que éste llegue a la red de consumo humano. Y no sólo eso, sino que, además, si las capturas se realizan de hembras de poblaciones asentadas o de huevos de tiburón, podremos conocer el punto exacto de picos de vertidos tóxicos.
Y esto supone un gran avance para la salud pública y ecológica.
Y eso que estos animales, los tiburones, nunca han tenido muy buena fama. De hecho, dentro del ideario común, estos animales son enormes, agresivos y come-humanos. Y nada más lejos de la realidad. Las pintarrojas son frecuentes en el Mediterráneo, mucho más de lo que pensamos, pero su tamaño no supera el metro de longitud, viven posados en el fondo a unos 150-300m de profundidad, con hábitos nocturnos y desde luego, los humanos no formamos parte de su menú diario. Ellos comen otras sustancias que deberían darnos más miedo. Los microplásticos. De hecho, se han encontrado hasta 32 de éstos en un mismo individuo, entre los que se pueden identificar distintos polímeros, nylon, fibras, HDPE… Parte del trabajo de estos investigadores es descifrar de dónde provienen estos residuos, cuál es su composición y cuál es el tiempo estimado de degradación.
El último informe realizado por la Universidad de Viena refleja que si sumamos todo el plástico que vamos a ingerir en un año es equivalente al que se utiliza para producir una tarjeta de crédito. Y esto es debido a la contaminación producida por la acción humana. De hecho, los estudios realizados en pintarrojas demuestran que, en el año 2020, en el que la población mundial fue confinada por el COVID, el contenido de microplásticos encontrado en esta especie fue la menor registrada hasta el momento.
Desde la UCV, seguiremos investigando para estar atentos a las señales que nos dan estos y otros animales para monitorizar de manera segura el mundo marino, como si de su propio lenguaje se tratase.
Si somos lo que comemos, cuidemos lo que vamos a comer.